La Paz 12.03.10
Bueno. Nos cogió el Departamento de Migraciones del Estado Plurinacional de Bolivia. Nos cogió vendiendo pulseras y fotoimanes en el centro de la ciudad de La Paz. Estábamos recién llegaditos de Sorata y necesitábamos, o no, algunas monedas extras. Ahí, en la Sagárnaga, a la vueltita nomás de la iglesia de San Francisco; tan mona ella. Es que ahí nomás veníamos vendiendo, y un poquitín más arriba, pero ahí nomás en general.
Acompañamos a los agentes al edificio de Migraciones. No aceptaron nuestras excusas y explicaciones. “Ustedes son turistas acá, y acá tienen que venir a comprar, no a vender”, dijo el señor de suéter carmín. “Claro, somos turistas… ¿no ve las fotos agente?, estas las tomamos en El Ojo del Inca; ésta en Potosí…; vendemos, pero también compramos en su país”. No les importó lo que teníamos para decirles o para mostrarles. “Afortunadamente” (?), los Estados pseudodemocráticos de Bolivia y Argentina mantienen “muy buenas relaciones y hay tratados de por medio, así que no queremos que esto pase a mayores. Ustedes estaban vendiendo y eso significa la expulsión del país, pero como son argentinos vamos a darles 48 horas para que dejen territorio boliviano y sin que quede registrado ningún antecedente; se les dará por concluido el permiso de permanencia y estadía”, dijo el del suéter rojojuerrrrte.
Nos cogieron, ése es el hecho. Tuvimos que ir hasta Desaguadero (frontera con Perú más cercana a La Paz). Allí los agentes de Migraciones que nos recibieron nos tomaron el pelo un bueno rato. Se hicieron los tontos, nos querían sellar la salida y no dejarnos volver a entrar. Hasta que después de un rato, y de quedarse con algunas de nuestras fotos del viaje, nos dijeron que nos daban la salida pero que debíamos entra por la frontera con Copacabana. Dudamos, pero no nos quedó otra. Y allí fuimos. De paso, conocimos ese lado del bellísimo lago Titikaka (o Tiqui Taca, como le llama Diana). Así que pegamos un paseíto por Perú el sábado, en triciclo también, antes de volver a entrar a Bolivia.
En realidad el viaje no fue tan malo, sobre todo si se tiene en cuenta que casi todo el trayecto uno lo hace bordeando esa inmensa masa de agua estancada a más de 4.000 metros de altura. Sí señor, el nacimiento de la cultura incaica y todo ese rollo.
Ahora estamos de nuevo en Ciudad Satélite. Uno sí que se siente bien en este barrio porteño sin porteños. Es, a decir verdad, mucho más tranquilo aquí que La Paz, y estamos sólo a un colectivo de distancia. Claro, es que hay que bajar para ir a La Paz, y uno quizá ya prefiere quedarse un poco más quieto, y un poco más a resguardo. El resguardo es el COMPA, el Teatro Trono, ese edificio reciclado que nos abraza por ahora. El Alto es así. Abajo, en La Paz, dicen que es peligroso, que hay malandras, asesinos, etc. Yo me siento más seguro acá, donde por lejos la gente es mucho más amable y está más predispuesta a esa charla de barrio, de vecinos. Y si uno además, todas las mañanas que despierta, continúa teniendo la visión de esos picos nevados que rodean al El Alto (el Wayna Potosí y el Illimani, entre los otros), pues mucho mejor así, claro.
Y El Alto, además, tiene esa vastísima historia, que claro que no voy a comenzar a redactarla aquí… por temor a desaciertos sobre todos. Pero entre otras cosas, dicen que desde El Alto se abrió paso la revolución socialista que dice encarar el MAS (Movimiento Al Socialismo), que conduce el presidente Juan Evo Morales Ayma. Y la hoy ciudad de El Alto fue también desde donde se encararon levantamientos indígenas históricos, como el de Tupac Katari y Bartolina Sisa, finalizando el S. XIX.
En fin, algunas cositas para tenerlos al tanto de nosotros y un poco superficialmente toooooodo esto que nos rodea.
Por allí nos vemos.
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