Dicen que la tecnología hace estas cosas, y mucho más. Veremos, si es que todavía no lo hicimos, vidas en pareja tiradas a la basura a partir de los nuevos avances tecnológicos, o no. Ahora, en este preciso instante, un hombre zumba en mi oído intentando persuadir a los pasajeros y robarles unos minutos de su atención. Les dice que viene de la capital, de Lima. Habla de identidad y de un Instituto Nacional de Control de la Comunicación o algo parecido; yo no sé qué… y enseña fotos de obesAs y de raquíticAs y de niños con problemas hongo-hepáticos y flujos y descensos y ascensos vaginales. No sé, ni idea tengo de lo que me lleva a reproducir aquí, lo que este tío dice allí. Y habla de doctores y de lo que estos doctores hablan. En este desgastado mundo, siempre es mejor anteponer una profesión y/o ocupación, porque no se puede estar desocupado o ser solamente un nombre, un número o una dirección, ¿no?, aunque en el fondo sea solamente eso lo que nos constituye.
Ciudades costeras peruanas pasan veloces a mis lados. Desde aquí se puede ver el mar, aunque el cielo y todo lo que lo rodea y margina, es gris. “Es que estamos en invierno, causita”, me dice un hombre de pelo graso y de cachetes tan rojos que su rostro resalta cual piñata cumpleañera ante el gris predominante que nos rodea. “Que se salga, que queremos ver la película”, grita alguien desde atrás. “Seee", se suma alguien a la súplica. Él ofrece “Noni” y dice que nos va a solucionar hasta problemas hepáticos.
Ahora es desierto lo que me rodea, un desierto gris sólo para mí después de tantos años de festejar estúpidamente los escasos días grises en la Resistencia de mi juventud. “Bienvenidos a la provincia de Pacasmayo”, reza un cartel delante de una imponente montaña y yo sé que para llegar a Chiclayo aún faltan unas horas. También sé que debíamos bajarnos en Trujillo, que hasta esa ciudad eran válidos los tickets que sacamos en Lima. Hacerse el dormido sobre un micro rutero es un buen método para avanzar unos kilómetros más, pagando unos kilómetros menos. Ciudad de Dios, allí bajamos.
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