Salimos de la calurosa ciudad de Riohacha hacia la Alta Guajira. En el último cruce, el de Uribia, nos levantó una camioneta que iba hacia Puerto Bolívar, pequeña población camino al Cabo de la Vela. Allí nos dejó y allí pasamos una noche, tras la falta de alguien que nos lleve “en chance” (a dedo) hasta el Cabo. Dormimos en el patio de unos vecinos de una comunidad Wayuú, a la vera de las vías del tren que transporta carbón mineral, al parecer una de las fuentes de ingresos más fuertes de Colombia. Todo en manos de empresas privadas, claro. La gente es muy amable pero también curiosa. La vegetación baja y hostil y el clima caluroso y seco me recordaron por su similitud a El Impenetrable chaqueño. Estábamos en el desierto. Habíamos llegado al norte mismo del continente sudamericano.
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